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Visitamos al dueño de casa.

  • Gerónimo
  • 27 abr 2017
  • 2 Min. de lectura

El martes próximo pasado, parte del equipo de protagonistas visito las instalaciones de Tabaré.

Me pareció una muy buena oportunidad para “rajar” de la radio un rato y disfrutar de un paseíto…

Que grata sorpresa.

El supuesto paseo cuasi bucólico se transformó rápidamente en vivo interés para mí.

La última vez que había asistido a dicho estadio, su aspecto dejaba mucho que desear. Habían sufrido las consecuencias de uno de los temporales que azotaron a Piriápolis.

Era un pequeño campo de batalla, o lo que queda después de la refriega.

Las cabinas de transmisión lucían sin techo, ramas de gran porte y restos de materiales diversos campeaban por doquier.

El suelo del campo de juego ya no absorbía más agua, solo se identificaba como escenario deportivo por sus arcos que soportaron de pie los embates del viento.

Si bien todo se repararía, la impresión que quedo en mí, hasta ayer (sin saberlo), persistía.

Al llegar al estadio, se percibía un ambiente de trabajo sostenido, ilusión y satisfacción; los resultados brillaban pese a lo poco amistoso del cielo que se resistía a dejar pasar el sol.

El campo de juego lucía un verde intenso homogéneo mientras un regador presagiaba las pocas horas que faltan para “el encuentro”.

Luminosos muros, a causa de la reciente pintura blanca enmarcaban el predio. Las paredes de los remozados vestuarios que habían sido sometidos a reformas, las cabinas para la prensa, … cuanto hubiese requerido de la dedicación y esmero “del Tabaré”, de su gente, estaba pronto. Solo algún ajuste, algún detalles. Las franjas de pintura negra reafirmaban una identidad, una pasión; no dudo que fuera el motor de aquellas personas. Unas por aquí con escaleras y cables, otras por allá mostrando rastros de pintura en su ropa, que les delataban como autores de haber “distribuido” un par de cientos de litro de pintura. Más lejos, y acercándose trabajosamente, un par de directivos de la institución, porfiaban con dos pesados bancos de madera que supuse…”para los suplentes”.

Suelo llevar siempre conmigo la cámara de fotos. Sin duda cuando algo me es grato, me gusta regístralo. Comparto con ustedes las imágenes. Lástima no tener la certeza de poder trasmitirles también tanta emoción, pasión, esmero y demás loables esfuerzos que pude percibir de parte de la gente del “Indio”.

Que más decir…. Bien hecho!!! Felicitaciones!

Gerónimo.


 
 
 

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