CYRILLE AIMÉ EN EL TEATRO SOLÍS “Me gusta no saber qué va a pasar en el escenario”
- Montevideo Portal
- 1 nov 2019
- 5 Min. de lectura
La cantante francesa Cyrille Aimée se presenta el miércoles 13 de noviembre en el Teatro Solís en el marco del Jazz Tour

Por Leonel García
El primer recuerdo de la cantante francesa Cyrille Aimée relacionado con la música es con el merengue, la salsa y la bachata. Eso tanto en su natal Fontainebleau, una ciudad satélite de París, como en Samois-sur-Seine, donde ella creció y también donde se había aquerenciado el músico de jazz de origen gitano Django Reinhardt. Mucho antes de desarrollar la voz hermosa que ha cautivado al mundo del jazz -que hoy la considera una de las cantantes más destacadas de su generación-, ella ya era políglota gracias a esa mini Babel que su padre francés (de apellido Daudel) y su mamá dominicana (De León) levantaron en su casa. Y todo comenzó bailando.
"Mis primeras influencias musicales están relacionadas con el baile, con la música de las islas (caribeñas), bailando con mi mamá, ¡y Michael Jackson! Michael Jackson era un bailarín increíble", cuenta Cyrille a galería desde Nueva Orleans, en el sur de Estados Unidos. Este es su hogar desde hace dos años, y era su lugar en el mundo desde antes de conocerlo. Habla un español casi perfecto, a pedido de ella "para poder practicarlo". Es que su música la ha llevado por prácticamente todo el mundo menos por América del Sur, donde llegará en noviembre para cumplir con tres fechas: en Porto Alegre, San Pablo y Montevideo. Aquí estará el miércoles 13 a las 21 horas en el Teatro Solís.
Cuando del baile pasó al canto, la referencia pasó a ser Ella Fitzgerald. "Descubrí su música y su repertorio y me enamoré de su manera de cantar". Luego, zambullida de lleno en el vocal jazz, abrevó de fuentes tales como Diana Watson, Nancy Wilson, Billie Holiday, Chet Baker y Bobby McFerrin. Y se apasionó por la música y el estilo de vida de los gitanos; no en vano vivía en la villa preferida de Reinhardt. Cuenta su biografía oficial que ella se escapaba de su casa para ir a los campamentos gitanos, junto con quienes recorrería Europa, cantando y aprendiendo.
"Eso fue hasta hace ocho años. Era bello, todavía soy esa persona... Hubo un verano que pasé en los Alpes franceses, caminando ocho horas por día y haciendo conciertos acústicos por las noches en los refugios. Caminaba con mi banda, y los músicos llevaban los instrumentos a cuestas, el contrabajo y el saxofón, y luego cantaba para la gente que estuviera ahí. Aún sigo haciendo esa vida", cuenta hoy a sus 35 años.
¿Qué hay de diferente y qué hay de similar entre cantar ahí y en un escenario? En esencia se trata de lo mismo: ser honesta haciendo música, conectar con el público, sean diez personas o cientos. Pero claro, es diferente contar con un micrófono o no, tener una organización atrás o no.
¿Y qué te gusta más a ti? Las dos. No se puede preferir. Las dos dan algo diferente.
La voz de Cyrille, apta para todo tipo de jazz-, no ha sido trabajada en conservatorios. Tiene el swing de la calle y de las distintas culturas. Ha cantado en francés, inglés y español. Incursionó en el jazz más tradicional, en uno más fusionado, en la chanson francesa y en el bossa nova. Se hizo acompañar por una banda, por un instrumentista (como el guitarrista brasileño Diego Figueiredo, que también viene a Uruguay con ella) o sola y su alma, sin más aparcero que un loop pedal.
También ganó muchos premios. En 2007, cuando ya intercalaba el periplo gitano con su afincamiento más allá del Atlántico, se presentó en el concurso del Festival de Jazz de Montreaux y ganó el primer premio en categoría Vocalistas. También ganó el Concurso Internacional de Jazz Vocal Sarah Vaughan, con el que se financia la grabación del primero de sus nueve discos: Cyrille Aimée and the Surreal Band (2009). En su biografía resalta como uno de sus hitos el abandono del concurso del Star Academy (el American Idol francés) en 2004, aun siendo una de las 16 finalistas, cuando se enteró de lo artísticamente restrictivo que sería el contrato para el vencedor.
Y se habla de alguien que no dedica horas y horas a perfeccionar su técnica; simplemente, fluye. "No sé si lo puedo decir en público, pero... ¡yo no practico (se ríe)! Yo no llegué a hacer música de manera académica, sino porque me enamoré de los gitanos y de su forma de vivir. La música tiene que ser entretenida, que congregue, algo que hagas porque te gusta y no porque debas. Practico enfrente de la gente, cuando hago conciertos, cuando ando en bicicleta, ¡pero no estoy mimimimimi en casa (risas)! Y escucho mucha música".
¿Conoces Uruguay? No.
¿No te han contado nada de Uruguay? Todavía nada. ¿Qué me recomiendas hacer tú?
Que tomes mate, que pruebes el chivito, que escuches a Rubén Rada en Spotify y que vayas al Estadio a ver a Peñarol. ¡Me encanta el soccer! ¡Pero no creo que tenga tiempo! -se ríe de nuevo.
En la primera década de este siglo se fue a probar suerte a Estados Unidos. Consiguió trabajos regulares en el circuito jazzístico de Manhattan, incluyendo el prestigioso Birdland Jazz Club. El boca a boca entre sellos e instrumentistas comenzó a funcionar: había una francesa linda de voz subyugante, con un espíritu más callejero que académico, que les ponía todo el feeling a sus interpretaciones.
Llegaron los discos y las giras. En una de ellas conoció Nueva Orleans. Ahí finalmente ancló su base. "Me encanta Nueva Orleans. Es mi lugar en el mundo, es una ciudad muy mágica. Es una mezcla de la cultura francesa y la caribeña, ¡igual que yo! Y además de la cultura musical, la comida es increíble y la gente es más humana, conecta...".
Conexión es lo que busca, tanto con sus músicos como con el público. Eso lo basa en una filosofía de considerar al jazz no como un estilo musical sino como una manera de tocar todo tipo de música. De hecho, su último disco, Move On, editado este mismo año, está dedicado al compositor y letrista de musicales de Broadway Stephen Sondheim, al que le pasa el filtro del jazz.
"A mí me gusta conectar con músicos, en el escenario, y con la gente. El loop pedal puede ser fun, ‘chulo' para escribir música, pero yo prefiero comunicarme con humanos (risas). La mayoría de mi trabajo pasa por improvisar, por eso digo que el jazz es una manera de tocar música y no un estilo musical. A mí me gusta no saber lo que va a pasar en el escenario, me gusta estar en el momento y expresar lo que tengo en ese momento en el corazón. Yo quiero que la música me dé felicidad y le dé felicidad a la gente que toco con mi música, que se pueda transmitir el amor que siento dentro de mí".
ABRIRSE PASO
El jazz, como prácticamente todo estilo musical, es un mundo machista. La francesa debió redoblar el esfuerzo para que los que deciden quién publica, quién canta y quién gira se dieran cuenta de que era mucho más que una cara bonita. "Aunque cada vez hay más y más mujeres, como tal tenés que dar muchas más pruebas de ti. Tenés que mostrar que sabés lo que estás haciendo. Los hombres te ven y automáticamente te juzgan... porque no eres hombre. No te queda más remedio que redoblar las fuerzas".
EL 13 A LAS 21
Acompañada por el guitarrista brasileño Diego Figueiredo ("Con él, no se necesita a nadie más", dice la cantante), Cyrille Aimée se presentará en el Teatro Solís el miércoles 13 de noviembre a las 21 horas, en una nueva fecha del Jazz Tour. Como invitada estará la cantante y compositora uruguaya Melani Luraschi. Las entradas cuestan 1.300 y 1.500 pesos.
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